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El liderazgo cambia de modelo

Estamos ante el comienzo de una revolución del comportamiento que se va a exigir a los líderes.

La historia está repleta de puntos de inflexión que actúan como catalizadores capaces de modificar la mentalidad, las convenciones, los miedos, las esperanzas y las dinámicas del conjunto de la sociedad. Desde el primer momento estuvo claro que el covid-19 iba a figurar en ese listado. Con una primera consecuencia directa e inmediata: en tan solo medio año se ha consolidado una exigencia de nuevos modelos de liderazgo. Estamos ante un cambio de paradigma que nos obligará a formular un nuevo contrato social y traerá novedades a medio y largo plazo
En LLYC acabamos de dar a conocer los resultados de ‘Future Leaders’, un estudio basado en técnicas de procesamiento lingüístico e inteligencia artificial sobre contenidos y discursos empleados en las redes sociales tanto por líderes actuales como por una selección de 120 jóvenes menores de 30 años que ya han despuntado por su liderazgo. Analizamos más de veinte mil de sus tuits, post y discursos en redes sociales. Segmentamos, clasificamos y ponderamos más de un millón de palabras. Tanto por presencia multinacional como por densidad cuantitativa y cualitativa del análisis, estamos ante un estudio que sorprende por la claridad e intensidad con que se marcan diferencias entre los dos grupos.
El estudio corrobora que los líderes actuales son personas con una gran resiliencia emocional y que se manejan en el mundo de las ideas y la innovación. Por su parte, los nuevos líderes son responsables y trabajadores, con un gran sentido del deber, apertura de mente y con tendencia a enarbolar ideales abstractos. Al mismo tiempo, son asertivos, amables, cooperantes y respetuosos del bienestar de los demás.
Con todo, la principal diferencia tiene que ver con la gestión emocional, más oculta en el liderazgo tradicional. Los líderes que vienen no comparten ese modelo. Creen que integrar y gestionar emociones supone una parte sustancial y positiva del liderazgo; esa emotividad acrecienta su sentido de pertenencia a la comunidad, el alcance social de sus decisiones y el respeto al individuo y al hábitat como principios de actuación. En ellos el pensamiento colectivo prevalece sobre lo individual. Son innovadores, pero más idealistas.
Los futuros líderes están mejor situados a la hora de interactuar en el eje entre lo individual y lo comunitario. Son más participativos, menos jerárquicos y están más interesados en la tecnología. Relativizan más: mientras que ‘verdad’ es el octavo sustantivo más usado entre los líderes actuales, para los líderes futuros tan solo es el cuadragésimo segundo.
En general, los mayores parecen más fríos y se circunscriben a campos semánticos más profesionalizados y técnicos. Especialmente relevante resulta que las menciones de estructuras sociales básicas como educación o salud sean mucho más frecuentes entre los jóvenes. Con los verbos ocurre algo parecido. Los líderes futuros utilizan verbos que denotan interacción. Hablan con frecuencia de ayudar, compartir, sentir o participar. En cambio, los líderes actuales utilizan verbos que resultan utilitarios, jerárquicos y, si se quiere, dominantes; como permitir, ganar, utilizar, pagar, significar o parecer.
Es difícil determinar hasta qué punto el covid-19 ha acelerado estos cambios de percepción y mentalidad en torno al liderazgo. En cualquier caso, la diferencia generacional está tan marcada que estamos ante el comienzo de una auténtica revolución del comportamiento que se va a exigir a los líderes. El tiempo de jerarquías, adhesiones y unanimidades pasó. Vamos hacia un liderazgo más emocional, participativo y eficiente. Buscamos líderes más empáticos, y comprometidos de lo que hasta ahora venía siendo habitual. Así que las empresas que apliquen esos nuevos modelos de liderazgo tendrán buena parte del éxito garantizado de antemano.
JOSÉ ANTONIO LLORENTE
* Presidente y socio fundador de LLYC
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