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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Latinoamérica, de urna en urna

Las reformas que comenzaron a dar fruto en 2017 deberán ser revalidadas electoralmente. Seis países celebran presidenciales en 2018

José Antonio Llorente
Votantes mexicanos durante las elecciones de 2012.
Votantes mexicanos durante las elecciones de 2012.J. MOORE (Getty)

La recuperación económica y las reformas que comenzaron a dar fruto en buena parte de Latinoamérica durante 2017 deberán ser revalidadas electoralmente en los próximos meses. Seis países celebran elecciones presidenciales este año, y además habrá hasta ocho comicios legislativos y dos más municipales. Más de 420 millones de ciudadanos están llamados a votar. Como puntos especialmente trascendentes, nos esperan nuevos presidentes de México, Colombia, Brasil, Costa Rica, Paraguay y hasta quizá Venezuela, si finalmente Nicolás Maduro cumple con el compromiso de elecciones presidenciales que anunció hace unas semanas.

La renovación electoral comenzó el pasado 17 de diciembre en Chile, con la elección de Sebastián Piñera como nuevo presidente. Otros antecedentes fueron la reelección de Juan Orlando Hernández como presidente hondureño, e incluso la del nuevo presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, que en unas semanas cumple su primer año de mandato.

La mayoría de países de la zona ha conseguido importantes avances en gobernanza y transparencia
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Entre las próximas elecciones presidenciales figuran las de Colombia, México y Brasil, tres países en momentos distintos del ciclo económico, pero con una evidente influencia para consolidar la recuperación y las reformas en todo el continente. En segundo plano, Paraguay y Costa Rica también designarán nuevos presidentes, y Venezuela podría hacer lo propio en noviembre, un colofón que ojalá permita recuperar espacios para la convivencia, la libertad, el desarrollo y la democracia.

Nueve elecciones en un vistazo

• 4 de febrero. Costa Rica. Elecciones legislativas y presidenciales (primera vuelta; de ser necesaria, la segunda será el 1 de abril).

• 4 de marzo. El Salvador. Elecciones legislativas y municipales.

• 11 de marzo. Colombia. Elecciones al Congreso (bicameral).

• 22 de abril. Paraguay. Elecciones generales (presidente, gobernadores, senadores y diputados locales y de Mercosur).

• 22 abril. Venezuela. Elecciones presidenciales.

• 27 de mayo. Colombia. Primera vuelta de elecciones presidenciales (la segunda, el 17 de junio).

• 1 de julio. México. Elecciones federales (presidente, senadores y diputados del Congreso y gobernadores).

• 7 de octubre. Brasil. Elecciones presidenciales y legislativas.

• 7 de octubre. Perú. Elecciones municipales.

En general, muchos presidentes electos deberán pactar acuerdos con sus respectivos Congresos. Kuczynski en Perú, y previsiblemente Piñera en Chile, deberán hacerlo, y en unos meses podría haber más casos. Es cierto que esa dependencia puede añadir incertidumbre, pero también facilita tender puentes y encontrar acuerdos programáticos concretos, sobre los que el desarrollo económico puede y debe convertirse en un importante aglutinador político.

De un tiempo a esta parte, la mayoría de países de la zona ha conseguido importantes avances en gobernanza y transparencia. Muchos de ellos han generalizado un estado de opinión sobre las buenas prácticas y los contrapesos entre poderes. Cada vez más electores están persuadidos de la importancia de la seguridad jurídica, que es considerada requisito ineludible para asentar un entorno económico cada vez más globalizado y competitivo.

Los países llamados a las urnas este año concentran un 80% del PIB latinoamericano

Es cierto que, con cierta frecuencia, esas convicciones teóricas suelen verse interferidas por disensiones políticas, como por ejemplo las que han acompañado a Kuczynski en su último año de mandato. Pero en ocasiones PPK ha sabido aislarse del fragor político y articular importantes acuerdos sobre el desarrollo de infraestructuras y la lucha contra la corrupción. De hecho, ambos objetivos son extrapolables para casi todo el continente. Supondrían un excelente primer paso para el desarrollo y la consolidación de las clases medias de cada país, y a partir de ahí para articular en cada caso un pacto amplio por la regeneración democrática.

Esos objetivos son los que en realidad van a dirmirse en las urnas de aquí al próximo noviembre. Los países llamados a las urnas este año concentran un 80% del PIB latinoamericano. Además, sus electores van a decidir su futuro justo después de una etapa donde el populismo y los resultados electorales impracticables han extendido su radio de acción por todo el mundo. Ejemplos como el Bréxit o el rechazo al acuerdo de paz colombiano han supuesto escenarios difícilmente gobernables que algunos expertos interpretan como una reacción entre sentimental y temeraria contra la globalización. Los electores latinoamericanos podrían prolongarlo, pero también tienen la oportunidad de reaccionar contra él.

Desde la experiencia y el contacto frecuente con expertos de muchos de esos países, creo que esa panoplia electoral latinoamericana no va a convertirse en otro riesgo mundial, sino en una auténtica oportunidad de mejorar las bases del crecimiento económico para todo el continente. Hay un hilo argumental en torno al reformismo que se ha ido extendiendo por muchos países, y es deseable que esa aspiración y esa esperanza ciudadana cristalice en las urnas y se haga tangible a medio plazo.

A grandes rasgos, la hoja de ruta capaz de activar todos esos avances está contenida en las recomendaciones de la OCDE sobre seguridad jurídica y protección de inversiones. Son principios extremadamente útiles para impulsar la calidad regulatoria y sus estándares, por ejemplo con normas emanadas de procesos transparentes y participativos que atiendan la tutela judicial efectiva y la motivación suficiente. Además, aún caben avances en la designación de autoridades regulatorias independientes, imparciales y neutrales.

España debería colaborar de forma proactiva para establecer el mayor número posible de espacios conjuntos de reflexión sobre el desarrollo inversor y económico como factor de estabilidad política. Ya hay espacios tan útiles como la Alianza del Pacífico o Mercosur, en torno a los que convendría establecer una reflexión mancomunada y equitativa entre viejos y nuevos mandatarios latinoamericanos. Sería una iniciativa estimulante, que desde luego podría convertirse con rapidez en fuente de excelentes noticias.

José Antonio Llorente es presidente y fundador de LLORENTE & CUENCA.

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